La mayoría de consumidores cree que las etiquetas de los productos que compra en el supermercado no son claras: casi un 30% percibe confusión en el etiquetado, un 45% encuentra que hay términos complejos y para casi un 4% son muy difíciles de entender. No las entienden y tampoco se fía: un 35% considera que la información que contienen es irrelevante, más de un 13% directamente no se las cree y un porcentaje similar (12,8%) dice que no comprende los términos técnicos. Todo esto provoca que siete de cada diez consumidores reconozca que lee las etiquetas pesar de que un 90% se confiesa preocupado por la alimentación.
Los datos son de un estudio de la Fundación Española de la Nutrición (FEN), encargado por la empresa Gallo, entre más de 4600 personas de entre 18 y más de 70 años de las 17 comunidades autónomas. Rosaura Leis, presidenta de la FEN pide cambios en el etiquetado: 'Sin ninguna duda tenemos que revisarlo. Tenemos que buscar modelos que lleguen a la población y que se entienda bien'.
En España, el Gobierno implantó en 2021 el sistema Nutriscore, un etiquetado por colores y letras que permite, a priori, al consumidor identificar más fácilmente los productos según su calidad nutricional. El sistema ha recibido críticas desde la industria, que cree que penaliza injustamente productos como los yogures, y desde las asociaciones de consumidores, por razones similares, que ponen como ejemplo de su mal funcionamiento la mala nota que le da al aceite de oliva. Sin mencionarlo directamente, la presidenta de la FEN deja claro que no le convence: '¿Cuál es el modelo ideal? Todavía no lo sabemos. Actualmente hay grandes discusiones de cual es el mejor modelo. Es fundamental mejorar la educac´ión nutricional', ha sentenciado.
El estudio también revela que más miramos los consumidores en las etiquetas es la fecha de caducidad, le siguen los ingredientes y la información nutricional.Por sexo y grupos de edad: las mujeres con un alto poder adquisitivo y nivel formativo son quienes más leen las etiquetas, mientras que los jóvenes, los mayores con baja formación y los estudiantes son los que menos lo hacen.